El sentido y la muerte.

Seguía en la cama, ya despierta y sin posibilidad de volver a conciliar el sueño. Aún así no encontraba motivo alguno para levantarse, no tenía ganas de nada... vacío, todo carece de sentido, la muerte vuelve a asomarse como la opción más accesible. A fin de cuentas habrá de llegar de un momento a otro y no existe diferencia, ¿qué hay si decido ponerle punto final en este mismo instante?

Le da vueltas al asunto, no encuentra el sentido... lo hay? No lo sabe, su cuerpo permanece inmóvil, no soporta la pena que siente por sí misma, llega a darse asco, la angustia se posesiona de todo su ser, no hay razón para no hacerlo, se haría un gran favor, terminaría con esta triste existencia de una vez por todas.

Sin embargo no lo hace, la misma pena que antes le diera asco ahora le hace risa, se ríe, suelta una carcajada. No hay sentido, repite, no hay sentido, y cada vez ríe más fuerte.

Se levanta a no hacer nada, ya no le pesa, la muerte vendrá a buscarla en algún momento, no le inquieta, la tomaría ahora mismo si por ella fuera. Se sumerge en el vacío, nada en su propia nada, ya no se angustia, de todas maneras no hay sentido, no hay sentido, repite, y ya no tiene miedo.

Y entonces se ríe, vive para nada, vacía de ideales, sin motivaciones de ningún tipo, se dedica a esperar la muerte, hará tiempo hasta su llegada. Pero se aburre, comienza a buscarla, cada vez con más intensidad, la busca en accidentes, enfermedades, se atreve a practicar deportes extremos, camina por las calles más peligrosas, enfrentamientos a mano armada, se involucra en cuanta guerra puede sin importar ejércitos ni banderas.

No hay caso, ya lo intentó de todas las formas posibles, no existe la muerte, se ríe, deberá matarse a sí misma, de nada valió su esfuerzo por evitarlo. Agacha la cabeza, un charco de agua sucia le devuelve el reflejo cansado y gastado, ahora ya lo sabe, se ríe, hay sentido.. soy la muerte.