lunes, 23 de octubre de 2006

La terrible bitákora del Dr Pontiroli

Me miré al espejo y definitivamente esa no era la corbata que debía usar para la ocasión. Le pedí a mi asistente Anselmo que me alcanzara un moñito que hiciera juego con mi tapa-rabos color turquesa eléctrico, me quité el portaligas que había usado la noche anterior, me coloqué mis anteojos ahumados y comencé a correr desesperadamente por la selva, en una mano el paraguas y en la otra mi linterna de niño explorador. Me encontraba en esos años recorriendo la cintura hepática africana, bajo el riñón izquierdo del negro continente, miles y miles de kilómetros de impenetrable selva, bajo la cual se escondían un sinnúmero de temibles fieras y una tribu de aborígenes bastante fieros también. Los indios karakatoa, expertos en el lanzamiento a la piscina, mostraban la extraña particularidad de tener invertidos los conductos nasales con los conductos anales, por lo tanto estornudaban y moqueaban por su trasero, mientras que expulsaban materia fecal y flatulencias por su nariz.

Fue entonces cuando me vi de pronto acorralado en un abismo por una manada de chorotzos, horrorizantes criaturas de 50 metros de alto por 20 centímetros de ancho que agitaban sin cesar sus largos y afilados dientes de ajo, sal y pimienta a gusto. Mi bicicleta aurorita semi-cross perdió estabilidad y me vi arrastrado hacia un pantano de arenas movedizas...un terror que arrastraba desde mi pobre infancia. Debía tomar una rápida decisión, en ese momento recordé las palabras del sabio coronel de la armada italiana Don Erasmo Puchetti y de un salto me coloqué en la rama más alta de un sauce estereofónico, especie galardonada con la categoría premium que sólo crece al sur de la península afgana. Desde allí grité cual putita histérica, Anseeeeelmooo!!!!

De pronto veo aparecer a mi estimado asistente montando un helicóptero de última generación, se acerca hasta mi posición para rescatarme y cuando estábamos apunto de consagrar nuestro amor en un beso eterno, vientos huracanados de la patagonia expulsan violentamente el vehículo aéreo contra un imponente edificio espejado. La terrible explosión generó una gran conmoción, muchedumbres aturdidas, sirenas de bomberos y ambulancias, boxeadores excitados golpeando a peatones de la tercera edad, en eso alcanzo a estirar mi brazo derecho como para llamar un taxi.

Al centro, le indico, y rápidamente nos ponemos en camino casi volando sobre el asfalto. Me bajo en 9 de julio y Colón, mi corazón latiendo a mil, las lágrimas corriendo por mis mejillas, corro dos cuadras hasta mi consultorio y encuentro sobre el escritorio el periódico del día de la fecha, lo tomo y tiritando de la emoción, enciendo una fogata magistral, con la voz entre cortada le digo a Anselmo, andá salando la carne que yo preparo el chimichurri. En cuanto terminamos de comer el asado me di cuenta que había aprendido una lección, pero ya se me olvidó, no me interesa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado Doctor Pontiroli:

Estoy desesperada!!!,y le soy sincera usted no es el primer profesional con el que consulto,
hace algunos años que me embarace y por una cosa o por otra se me paso el parto, desde ese momento convivo con una criatura adentro mio, al principio todo bien, pero se volvio incontrolable,...es un degenerado sexual..., y tiene todo a mano, o sea que ya voy por el cuarto hijo de mi propio hijo, desesperante no ? abuela alos 27 años, que van adecir los vecinos cuando se enteren...,ademas tambien tengo un foùnculo que me supura por el esternon, bueno doctor espero pueda ayudarme con este temita.
muuchas gracias.